Hace varios años tuve un jefe excepcional, del que aprendí mucho. Esta persona, en un entorno muy distinto al de la comunicación, y en mundo donde todavía no existía internet, ya sabía todo sobre el marketing. Podrás tener un Ferrari en el garaje de tu casa, me decía, pero de nada te servirá si no lo sacas al exterior y lo muestras. Ojo, que mi jefe no era un hombre materialista o superficial, sino todo lo contrario: su consejo venía a colación del talento, de lo mejor que cada uno tiene y que debe dar a conocer.

Nunca olvidé aquella metáfora, que tan bien se adapta a la sociedad de hoy en día. Vivimos en un mercado global donde se vende desde un lápiz hasta una estrella. Agencias de viajes, comerciantes, médicos, jardineros, diseñadores, abogados, peluqueros, deportistas… todos tienen un producto maravilloso que desean mostrar. Hay muchos Ferraris encerrados en garajes, que no se dan a conocer por carecer de una estrategia adecuada o por falta de tiempo. Ya bastante cuesta levantar un negocio, como para encima tener que dedicarse a “pasearlo”.

Los que creamos contenido sabemos bastante de eso. Y es que esta profesión se mueve alrededor de tres anillos entrelazados: contenido, estrategias y tiempo. Nuestro trabajo consiste en mostrar (que no explicar) las ventajas de un determinado producto o servicio. El objetivo último de los creadores de contenido –desde resaltar un modo de vida, un artículo cultural, o un artículo corporativo-, es llamar la atención de un determinado público para que acabe creyendo en aquello que nuestro cliente ofrece. En otras palabras, pasear el Ferrari y hacer que a la gente le entren ganas de darse una vuelta en él.

Con aquel consejo-metáfora, mi jefe animó a muchos a “pasear su Ferrari”, y generar la visibilidad de su particular don, producto o servicio. Si algún día llegara a leer este post, mi mensaje para él es un gracias lleno de contenido. A buen entendedor… dice el refrán.

Foto de Harrison Haines en Pexels