Que el Coronavirus ha puesto nuestras vidas del revés, es, a estas alturas, mucho más que un titular de periódico. Consecuencias, miles, y una de ellas (aunque ni de lejos la peor) ha sido ver limitada la movilidad. De recorrer las ciudades gracias al modelo low cost, hemos pasado a no salir de casa. “No nos queda otra que viajar con la imaginación”, dicen algunos. Sin embargo, para los creadores de contenido, esta opción no es ninguna novedad.  Y además de agradable, escribir sobre viajes también enriquece.  Y así me viene a la cabeza aquel trimestre en el que di la vuelta al mundo en un barco de lujo, y  sin moverme del despacho.

El encargo era el siguiente: un portal de internet, dedicado a la venta de viajes en crucero, necesitaba contenido. Por un lado, la descripción de cada barco(nombre, capacidad, servicios a bordo, y diversos datos técnicos). Por otro, los destinos repartidos por todo el mundo. La suerte quiso que mi trabajo fuera el segundo:  descubrir al usuario de internet  los escenarios donde aquellos barcos hacían escala, y mostrarles las curiosidades principales: su gastronomía, lugares turísticos de interés, incluso pequeñas rutas que facilitasen una visión completa del lugar en tiempo razonable .

Me dieron un listado con las ciudades, y me puse manos a la obra: como en cualquier trabajo de redacción, lo primero es hacer una hoja de ruta acerca de la información que se quiere transmitir. Localización geográfica, demografía e historia eran los tres primeros datos para ubicar al potencial cliente: aquí fueron muy útiles las webs de los ayuntamientos, así como las páginas de estadísticas.

Una vez ya “en destino”, venía la parte de gastronomía. No se sabe la razón, pero hablar de comida es algo que siempre genera interés; si además lo acompañas de un paisaje distinto al habitual, es muy probable que las ganas de ir a ese lugar turístico aumenten.

En el tercer bloque se invitaba al crucerista a seguir una ruta preparada, y siempre en función de tiempo de escala. Se resaltaban los edificios más emblemáticos y aquellos museos que de ninguna manera deberían perderse, como el Hermitage de San Petesburgo o el Museo Metropolitano de Arte en New York. En este apartado, es tanta la variedad de cosas por ver ciudad que se hace difícil escoger unas y desechar otras. Aquí es cuando el redactor viaja y vive lo que descubre como si hubiera estado allí. Se hizo muy tentador crear un apartado de rutas menos conocidas, calles con alma y rincones mágicos… pero para eso hubiera sido necesario un cuarto apartado, que mi cliente no deseaba añadir.

Hay mucha información turística, y es difícil condensar tanto en tan poco espacio, aunque eso forma parte de nuestro trabajo como creadores de contenido. Es paradójico, pero sólo se llega a una generalización desde lo particular. A base de buscar, descartar,  seleccionar, dar prioridad a lo esencial.

El proyecto duró un trimestre, una especie de Willie Fog digital: una vuelta al mundo desde mi despacho, de la que guardé maravillosos lugares por donde pasearme físicamente… pero eso ya, cuando volvamos a viajar.

 

Foto de Tatiana Syrikova en Pexels